Un informe de The Wall Street Journal sacudió los mercados al sugerir que Shell estaría en conversaciones para adquirir a su competidor BP. Sin embargo, la petrolera angloholandesa negó cualquier negociación en curso, generando reacciones encontradas en la Bolsa y renovando el debate sobre el futuro de las grandes petroleras.
Una posible megafusión entre dos de las petroleras más grandes de Europa Shell y BP acaparó titulares esta semana, luego de que The Wall Street Journal publicara un reporte exclusivo afirmando que Shell habría mantenido conversaciones preliminares para adquirir a su rival británica. De concretarse, el acuerdo podría convertirse en uno de los mayores movimientos corporativos del sector energético en décadas, valorado en más de 80.000 millones de dólares.
El medio estadounidense citó fuentes cercanas a la operación que indicaban que las conversaciones se habrían dado en los últimos meses, aunque con un progreso limitado. También se mencionó la participación de asesores financieros externos y bancos de inversión, lo que incrementó la especulación en los mercados financieros.
Las reacciones no tardaron en llegar. Las acciones de BP se dispararon entre un 7 % y un 10 % en la Bolsa de Londres, ante la expectativa de una posible oferta que podría beneficiar a los accionistas. En contraste, las acciones de Shell experimentaron una ligera caída inicial, aunque lograron recuperarse parcialmente horas después.
Frente a este panorama, Shell informó que no ha considerado hacer una oferta por BP, que no ha tenido acercamientos ni conversaciones con la empresa, y que no tiene intención de realizar una adquisición. Además, indicó que, conforme al Código de Adquisiciones del Reino Unido, queda impedida de presentar una oferta formal durante los próximos seis meses, salvo excepciones previstas por la normativa.
La posibilidad de una fusión entre estas dos gigantes energéticas ha sido vista como una movida estratégica en un momento de grandes desafíos para el sector. BP, con una valoración de mercado cercana a los USD 80.000 millones, ha enfrentado dificultades financieras, cambios de liderazgo y cuestionamientos por su giro hacia las energías renovables. En cambio, Shell, cuyo valor supera los USD 200.000 millones, ha optado por una estrategia más conservadora: centrarse en proyectos altamente rentables, recortar inversiones en transición energética y aumentar los retornos a sus accionistas mediante recompras de acciones y dividendos.
Expertos en fusiones y adquisiciones sostienen que una unión entre Shell y BP, aunque compleja desde el punto de vista regulatorio y político, tendría lógica económica, ya que les permitiría consolidar operaciones, reducir costos y aumentar su capacidad de inversión frente a gigantes estadounidenses como ExxonMobil y Chevron.
No obstante, la aparente negativa de Shell enfrió las expectativas. Analistas consideran que, más allá de la desmentida, el interés de fondo revela una presión creciente sobre las grandes petroleras europeas para redefinir sus estrategias en medio de la transición energética, la volatilidad de los precios del crudo y el escrutinio climático.
Por ahora, la operación queda en el terreno de la especulación. Pero el interés suscitado por este posible acuerdo deja en claro que el sector energético está lejos de mantenerse inmóvil.