La creciente demanda global por minerales críticos está transformando el rol de la minería en el escenario climático actual. Si bien el sector minero-metalúrgico representa hasta el 7% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), también es un actor clave para la transición hacia una economía baja en carbono. Esta dualidad plantea desafíos y oportunidades para el futuro del sector, especialmente en países como el Perú, donde la minería aporta el 10.4% al producto bruto interno (Minem, 2024) y se desarrolla muchas veces en territorios vulnerables al cambio climático.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) advierte que la demanda de minerales como el cobre, esenciales para tecnologías limpias –paneles solares, turbinas eólicas, baterías para vehículos eléctricos y redes inteligentes– podría cuadruplicarse hacia 2040. Esto se debe a los compromisos globales en torno a la descarbonización. En este contexto, la minería se posiciona simultáneamente como parte del problema, parte de la solución y como un impulsor vital de resiliencia en las comunidades donde opera.
Una de las principales presiones sobre la industria minera es reducir de forma sustancial sus emisiones. Aunque muchas empresas ya conocen su huella de carbono a nivel organizacional, pocas han avanzado en calcular las emisiones por unidad de producto. Esta falta de información detallada limita el diseño de estrategias verdaderamente efectivas para mitigar el impacto ambiental.
La medición de la huella de carbono de producto –que abarca desde la extracción y procesamiento del mineral hasta su transporte, uso final y disposición– emerge como una herramienta poderosa. Permite identificar puntos críticos donde implementar mejoras tecnológicas o de eficiencia, lo cual no solo reduce las emisiones, sino también puede generar importantes ahorros económicos. Por ejemplo, el uso de energías renovables podría reducir los costos eléctricos entre un 30% y 50%, dependiendo de la operación minera.
Además de los beneficios ambientales y económicos, este enfoque contribuye a una mejor gestión de recursos clave como el agua y la energía, fortaleciendo tanto la adaptación operativa como la resiliencia de las comunidades locales ante los efectos del cambio climático.
Frente a un mercado internacional cada vez más exigente en términos de sostenibilidad y trazabilidad ambiental, contar con datos precisos sobre la huella de carbono por producto puede convertirse en una ventaja competitiva. Para el Perú, esto representa una oportunidad estratégica para posicionarse como un proveedor responsable dentro de las cadenas de suministro globales.
La minería formal y sostenible no solo tiene el deber de reducir su impacto, sino también la capacidad de liderar un desarrollo más resiliente y bajo en carbono. Apostar por la medición de la huella de producto es, sin duda, una acción concreta en esa dirección.
