Científicos australianos desarrollan nuevos métodos para obtener hidrógeno verde a partir de urea, incluyendo la orina humana. La innovación coincide con un panorama de fuertes inversiones internacionales que apuestan por el hidrógeno como alternativa energética sostenible.
La transición energética global está abriendo paso a soluciones que antes parecían inusuales. En ese contexto, científicos del Australian Research Council Centre of Excellence for Carbon Science and Innovation (COE‑CSI) y la Universidad de Adelaida han logrado un avance revolucionario: un sistema de electrólisis basado en urea, que podría producir hidrógeno verde a gran escala con una fuente tan común como la orina humana.
La clave está en que la urea presente de forma natural en la orina permite realizar el proceso de electrólisis con menor consumo energético que la electrólisis del agua. Sin embargo, la orina contiene cloruros que generan cloro gaseoso, lo cual degrada los materiales y reduce la eficiencia. Para resolver este reto, los investigadores diseñaron un sistema con catalizadores platino/carbono y una técnica de oxidación mediada por cloro, mejorando considerablemente la viabilidad del proceso.
Con más de 8 000 millones de personas en el mundo, los científicos ven una oportunidad de convertir esta «fuente humana» en una aliada para la producción limpia de energía. Aunque su implementación aún está en etapas experimentales, el enfoque representa una vía innovadora para descentralizar la generación de hidrógeno en contextos urbanos, rurales e incluso en zonas de escasos recursos.
Este desarrollo se da en paralelo a una creciente inversión global en hidrógeno verde:
- Australia planea invertir más de US$ 4 400 millones en hidrógeno limpio hasta 2040.
- Alemania comprometió más de € 9 000 millones para crear una economía del hidrógeno.
- Japón busca invertir cerca de 15 billones de yenes en los próximos 15 años.
El hidrógeno verde se perfila como una de las fuentes clave para la descarbonización de sectores como el transporte pesado, la industria y la generación eléctrica, debido a que su uso no emite CO₂ si se produce mediante energías renovables.
Este avance australiano sugiere que, en un futuro cercano, el acceso a tecnologías limpias no dependerá solo de grandes plantas industriales, sino también de soluciones creativas y accesibles, como el uso de residuos humanos como insumo energético.
